31.8.25
22.8.25
Tómala pulpo de la multi-versión
No se muy bien a donde van los personajes, que rumbo tomarán ni a donde los llevará la aventura. Solo se que pareciera ser que se van formando. Uno se llama Carly. July. Janeth. Urbano. He de sacarlos uno por uno de sus carajos escondites.
21.8.25
En el camino a valle verde, hay un cambio en donde se cruzan varias carreteras de cinco caminos distintos. Aunque de día, parece que nada pasa, por las noches de forma más o menos regular, chocan algunos tráileres que cargan cemento y piedra con automóviles de familias que viajan a vacacionar. Es normal que la gente muera ahí. Y que las ambulancias vayan e intenten revivirlos por todos los medios habidos y por haber. Y que la policía intente encontrar al culpable de las colisiones, con todos los instrumentos fabricados para instrumentar. La verdad es que nunca encuentran nada y la muerte siempre sigue rondando. El cruce de la cementera y los ajos, como la gente local la conoce, es inevitablemente peligrosa tal cual está. La muerte ronda y protege a los suyos de los viajeros. Parece como si fuera una especie de guardiana celosa de sus tierras, que no permite que nadie se pasee por ahí.
12.8.25
Las neuronas de mi esposa
Me enamoré perdidamente de mi esposa por sus neuronas. Uno no sabe bien lo que se pueda encontrar en esa maraña —un bosque oscuro y verdoso—, donde habitan cabañas remotas que recuerdan civilizaciones que vivieron hace muchos siglos y que aun veneran a dioses que los hombres del presente han olvidado.
Me enamoré porque yo puedo perderme siempre en lontananza de sus playas. En su mente las cosas no tienen límites y estoy seguro que, con un poco de entrenamiento, pudiera proferir encantamientos y hechizos como en los cuentos de brujas y ogros, que se enfrascan en peleas de dragones y castillos.
Me enamoré de mi esposa, por la amplia sonrisa con la que suele desarmar a cualquier bastardo que intenta amendrentarla. Y no es que sea un querubín, o un angelito indefenso. Dentro de las cuevas que tiene en sus neuronas, viven duendes maléficos, perros labradores, jirafas de lenguas largas y cálidas, ruiseñores y colibrís que por extrañas razones, acuden siempre a visitarla y protegerla. Su mente es un volcán siempre en constante pelea.
Ella es, frase incompleta y conclusión absoluta. Uno intenta darle la palabra perfecta, pero ella contrataca con todos los finales posibles, en todas las dimensiones: es como un condensador que pudiera captar todos las estrategias. Me enamoré de mi esposa, por el increíble ajedrez que juega con su mente. Hablar con ella y tener la oportunidad de vivir a su lado, es como sentarse cara a cara con el gran maestro, a sabiendas de que tiene uno la batalla perdida.
Me perdí enamoradamente en las neuronas de mi esposa —un laberinto en donde habita la muerte negra y rosa al mismo tiempo— y precisamente...
7.8.25
palabras sobre el kindle y la página robada
Entiendo que las grandes columnas de los estantes —amarillas, blancas y multicolores— debieran de ser, en todos los casos presentes y pasados, futuros y posibles, vividos y no sucedidos, lo más atractivo para cualquier escritor. Sin embargo, esos estantes —que irremediablemente se empolvan y se llenan de olores extraños, que se descoloren y se dejan ser carcomidos por los insectos y por el olvido— sencillamente no lo son. Aunque de vez en vez, extraño el sonido cortante de las páginas de papel pasar...(?)
Mi mente lo entiende y lo sabe y mi corazón lo desea; pero mis ojos y mis manos se rinden al delirio constante del Kindle —ese cómplice nocturno y malhechor, dispuesto a acompañarlo a uno durante toda la eternidad—. Mi mente se entiende
31.7.25
los hilos de aceite de las prensas de la fábrica
Abrió la puerta y en el suelo reptaban los hilos de aceite de las prensas de la fábrica. Se derramaban y tornasolaban en la tierra y en las hojas de las hierbas que habían hecho una lama y una pasta. Ahí podría vivir un duende de día y algunos sapos en la noche. A lo lejos, aún de día, se escuchaban pájaros albatros que desde hacía casi tres años se habían convertido en la plaga más molesta de todas. Venían con sus alas y sus caras tontas de exigencia arrogante.
29.7.25
Camila y la muerte
Camila vio la pantalla del monitor y no supo, por primera vez, quién la miraba del otro lado. Murió en un silencio inquietante, preguntándose en quién se convertía ella misma cuando trasmitía. Del otro lado de la cámara —en un abismo morado y brillante, reptando entre flashazos y lagos azulosos que parecían pantanos llenos de cocodrilos—, miles de espectadores absortos observaban con ojos incrédulos lo que sucedía.
Le llegó la muerte estúpida y definitiva, en esos colores púrpuras y violetas que se suele vestir; con las ínfulas de quién tiene todas las tablas resueltas y ningún interés en resolver algún misterio.
En la mansión de GGBox, había grandes rosetones y chisporroteados de sangre por las paredes. Julián Casablancas recibió la llamada pasada las tres de la mañana. Algo sobre una casa de creadores en donde se había encontrado con más gritos de lo habitual y tres cuerpos...
28.7.25
!Ésto es, la revolución!
2.6.25
Prueba de typora
Abrió la puerta y en el suelo reptaban los hilos de aceite de las prensas de la fábrica. Se derramaban y tornasolaban en la tierra y en las hojas de las hierbas que habían formado una lama pastosa. Ahí podría vivir un duende de día y algunos sapos en la noche. A lo lejos, aún de día, se escuchaban pájaros albatros que desde hacía casi tres años se habían convertido en la plaga más molesta de todas. Venían con sus alas y sus caras tontas de exigencia arrogante.
16.4.25
Mateo y Olivia
Habíamos decidido que se llamara Mateo. Y aunque quizá nunca lo conoceremos, se llamará Olivia y Mateo en nuestros corazones. La vida es así. Te da muchas vueltas. La biología, esa perra malnacida —hija bastarda de un dios que juega a los dados en un casino all-inclusive celestial— es así: caprichosa, repentina, definitiva y voluntariosa. No podemos ir en contra de ella. Es la vida y la muerte. Es como una justiciera que todo lo dicta. Ciega y bruta al mismo tiempo. Nadie escapa de ella. Justo hoy, o justo ayer, o si somos exactos, desde hace algunos meses, nos arrebató a nuestro Mateo. A nuestra Olivia. Se lo llevó lejos de nuestros sueños y lo guardó en algún lugar muy lejano en donde se escurren los sueños; donde se les acaban los nombres a las ideas y los pensamientos de los hombres —esos seres insignificantes, necios, tontamente pequeños— se convierten en historias y leyendas. Ahí, probablemente estén los dos. En un refrigerador en algún lado de la frontera, del mundo, esperando que nos decidamos a despertarlos. Pero que sepa Ddios, que un día carajo le habremos de arrebatar los dados de las manos, y en esta ocasión, nada quedará a la suerte: escribiremos el nombre de Mateo y Olivia en todos los lados, y que siempre sean ellos quienes nos bendigan con su amor. Y al final, solo queda esperar a que la misma biología que ahora nos arrebata los sueños y las ilusiones, sea la misma que nos devuelva el alma al cuerpo. Habíamos decidido el cuarto de la estancia, la ropa, los sueños. Que viviríamos también, en uno de esos paraísos llenos de perros labradores —tipo casa americana, llena de pelos, deudas y películas de para niños—. Por ahora todo sigue igual: la estancia sigue siendo nuestra estancia. Tan sin niños, tan silencio. Tan lleno de nada, tan vacío de todo.
Adiós Mateo, adiós Olivia. Los amamos con todos nuestros corazones.
13.9.24
Del cuerpo podrido y Franchesco Rossi
12.9.24
Una de flashazos y maromas
4.9.24
intermitencias de verano
31.8.24
jinetes de compatibilidad y errores de sombrero
No importa lo que vaya sucediendo o lo que esté pasando, uno tiene que seguir escribiendo. A veces estas trampas pasan. Se atraviesan como leones en forma de lagartos, zigzagueando en el piso como cocodrilos verdosos que esmerilean en tornasoles de multiples colores. Uno quiere, sencillamente, el momento de paz. La casa del lago. La película azulosa y negra del detective. Hoy le declaro la guerra al archivo y la melancolía, y efecto DELETE de por medio, intento seguir adelante. Un escritor envuelto en sus propias telarañas. Lleno de tramas y mentiras, de vueltas, de idas y venidas. No importa lo que este pasando, pero tengo que ponerlo por escrito, hacer de una buena vez el contrato con el diablo y lanzarle la caña para ver si muerde el anzuelo. ¿Qué cosa más dulce de carnada, que un efecto DELETE asesino, dispuesto a borrar todo cuanto se le ponga enfrente? Espero que el mísmismo diablo venda su propia alma a sí mismo. Y creo que esa es la cuestión. Habrá que seguir escribiendo, a pesar de todos los jinetes de compatibildiad y errores de sombrero que se nos atraviesen.
16.5.24
un bombazo del laboratorio
una parte de mí, de nosotros, se rompió irremediablemente. he vivivo, y ahora puedo decirlo en voz alta, el dolor de una manera que nunca imaginé. aún con todo, y sobre todo, el navegar por el día y el río misterioso que lo espera a uno en cada esquina, hace que tenga uno que plantarse como gigante a medio precipicio. estoy, completamente atravezado por mi destino. uno pudiera pensarse tristeza, o ahogado en la melancolía. la verdad, y para ser complementamente honesto, estoy feliz. feliz a tu lado. sin importar (viento y marea de por medio, sangre y genoma) lo que suceda. feliz de pasar el resto de mis días (que van desde el minuto siguiente, o hasta un siglo venidero) contigo, a tu lado. te amo, siempre, cada día de mis minutos son y serán un homenaje a tí. a tu alma inquebrantable, al cántico que le haces a Carlota. al sonido de tu risa cuando te burlas de mí por cualquier tontera. y sí, tenemos que aprender a vivir con lo que se rompió. pero somos más fuertes; puedo decirlo en voz alta mil veces: he vivido el dolor, pero también el amor, y puedo morir en paz, porque se que he amado.
23.1.24
alumbrando los pájaros del anonimato
nunca quise dedicarme a esto. ni si quiera, por el más leve intersticio de mi infancia, cruzó al idea de trabajar en lo que hago. quisiera pensar que fue uno de esos golpes fortuitos del futuro (ese toro mecánico que nos zarandea a diestra y siniestra y que, lejos de tener cualquier sentimentalismoa, se empeña en tirarnos lo más lejos y maltratados posibles de su espalda). cuando era niño, en la primaria, decía que quería ser presidente de la republica. alguna vez quise ser medallista olímpico, artista, escritor, violonchelista, panadero profesional de macarrons, jardinero y paisajista, diseñador gráfico, fotógrafo de bodas, streamer profesional de videojuegos, escritor (marca pulitzer), guionista, grafólogo argentino, detective privado, psicoanalista e interpretador de sueños (y del tarot y cualquier medida conexa y cercana a la astrología). últimamente, estoy empezando a conformarme con la idea de ser simplemente humano. de vivir, con el peso y el gusto indetectable del anonimato más absoluto.
18.1.24
una de la alfombra que volví a pisar
estamos irremediablemente ligados a pisar las mismas pisadas de años anteriores que se revuelven con los venideros y probablemente nunca entenderemos. por ejemplo, aquí, de las miles de posibilidades que el destino -ese duende mala entraña, que se esfuerza por torcer las voluntades y por engañar a las deidades de los burdeles y los olimpos- nos tiene destinado, me encuentro pisando la misma alfombra mugrosa de hace no recuerdo cuántos años atrás. pareciera como si de pronto, el mismo universo, se volcara sobre sí mismo, y el tiempo recomenzara en un círculo que se hiciera espiral. como lineas paralelas, que se aferran por volverse sobre sus pasos y nunca lo lograran. pero, espera, estoy siendo melodramático. quise decir, que estamos marcados.
31.12.23
Una visita inesperada
Intento escribir en su ordenador. Poco a poco, se le fueron cambiando las teclas y los teclados de lugar, para dar inicio a todo un festival de errores y mala ortografía. Era como si, de buenas a primeras, un duende de la mala caligrafía, llegara con ínfulas de todólogo, a querer pintarrajear todo intentara escribir. ¿Cómo se deja atrás la nueva y recién profesión de enterrador profesional?
27.12.23
Las Horas
Raúl estaría a mitad de campo, con una cámara colgada al cuello y corriendo entre batallones, gritando como poseso: Don´t shot me, I´m a reporter. Y mientras ella ¿se suponía que tenía que hacer, qué? ¿La cena? ¿El desayuno? ¿La vida? ¿La resurrección?
Sacó la gran taza de café del microondas y decidió que le añadiría un terrón de azúcar. El tintineo de la cucharilla penetrando filosa entre el líquido amargo y negro del café. La cocina inmóvil. Agua cayendo. El aire desfilando imperceptible entre los muebles. Se sentó en un taburete de la cocina. Vio el plato. La taza. La taza otra vez. Tic tac. Tic tac. Eran las horas. Tocando la puerta de sus ojos. Eran las horas que parecían estirarse como medusas gigantescas dentro de la cocina. Eran las horas, las que convertían la casa en un gran acuario que se llenaba de animalejos brillosos y mitológicos.
Entonces recordó a su madre, estúpidamente emocionada con los peces y también pensó al mismo tiempo en lo había visto en una película: a los muertos de la guerra, los enterraban en fosas comunes ¡flas!, ¡flas!, ¡flas! Uno tras otro. Todos anónimos. Todos muertos. Todos yéndose al carajo uno tras otro. Igual que Las Horas. Iguales todos: con la muerte pintada en la cara. La beligerancia de los vivos: un caldero de bichos multicolores, hirviente de muerte y seres sombríos y cadavéricos: fugaces y sempiternos.
Judith se levanta. Ve las hormigas. Llena un vaso de agua que no se toma y deja arriba de la mesa, junto al café que no ha tocado. Malena siempre había sido una madre alegre y cariñosa. Con ese nombre como de canción Argentina. Malena. Un estadio estratosférico de futbol. Malena. Una balada al piano. Malena. Una pseudo puta. Malena. Un tango dramático. Malena. Una visitante ocasional de los cabarets. Y ahora ella misma, Judith, no sabe que hacer. Judith, ella misma: una copia velada de la fotografía de su madre. Ella, Judith: un cascajo de mujer que ni a puta llega. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Qué hacer, con el idiota café, enfriándose sobre la mesa a una velocidad trepidante? ¿Qué hacer, Dios Bendito de los Cielos, con el vaso de agua que nadie se ha tomado? ¿Qué hacer con esas hormigas irrefrenables y que hacen como un ruido de tambores en lo profundo? Pero, y ¿Qué hacer con las horas, todas ellas sentadas en fila una tras otra esperando su turno en el reloj?
Y ¿qué hacer además con Raúl en el extranjero?, con ese juego idiota de querer tomar la mejor foto. De sacar la mejor nota. De acercarse más y más al peligro. Y su madre. Malena. Con la amenaza constante de suicidarse si no la dejaban vivir su vida. Malena. Nombre de bailarina exótica del peor de los bares. Vivir su vida y destrozar la de los demás. Dio un sorbo al café amargo y se quemó la punta de la lengua. Volvió a marcarle al móvil. Sonando. Sonando. Y entonces otra vez. Ahí estaban, acechándola como tigres provenientes de una selva alienígena: las horas. Unas manchas horribles en el aura de Dios. Las horas. Iguanas reptando en el techo de una catedral. Las horas, avanzando como un trenecito que fuera directo al infierno. No contestaba nadie. Otro sorbo al café. Un escalofrío por toda la espina dorsal.
Judith deja el desayuno a medias sobre la mesa. Sabe que las hormigas volverán. Sabe que seguirán apilando cadáveres en el sur de Afganistán. Uno tras otro. Inertes. Sólidamente fríos, mientras su Raúl, su hermoso Raúl, saca la cámara y les toma fotografías. Fotografías como las que tiene enfrente, pero estas no son de cuerpos verdosos, sino de sus padres. Aburridas todas. Inertes todas. Muertas todas. ¿Qué hacer con las pendejas de las fotografías: inútiles, inservibles, si vienen entrando por la puerta principal, Las Horas?
Y avanzan líquidamente por los cuartos. Reptando como cocodrilos ciclópeos, envueltos en su formidable armadura, sonriendo, una tras otra. Mordiendo los marcos de las puertas. Pero entonces, piensa Judith, todos querrán recuperar el tiempo perdido y dirán: «Queremos recobrar el tiempo perdido» Dirán eso: Su Madre, Su Padre, y Raúl también lo dirá. Pero lo que no saben es que las horas no perdonan. Son eso, precisamente: cuchillos afilados penetrando la carne y el cronómetro sagrado del Creador. Las horas, perder la cabeza. Las horas, ausencia. Las horas, los ángeles más hermosos de Dios, puteando en la primer esquina. Las horas vendiéndose a placer baratas y caras. Las horas. Las horas. Las horas. Y suben por las escaleras, refulgentes y traslúcidas arañas del tamaño de automóviles. Por eso tuvo que matarla. Por eso tuvo que destajarla en la tina del baño y arrancarle la piel apestada de tangos. Para protegerla de las horas que se la comían, una tras otra,